El arte de no callar by Thelma Fardin

El arte de no callar by Thelma Fardin

autor:Thelma Fardin [Fardin, Thelma]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2019-04-30T16:00:00+00:00


SEPTIEMBRE

Finalmente, me pude juntar con Sabrina, mi abogada. Aunque yo no sabía si era posible, tuve muy en claro que el primer paso que quería dar era acudir a la justicia. También sabía que una vez que la denuncia estuviese hecha, al ser un titular jugoso que involucraba nombres conocidos, de una u otra forma iba a ser «noticia». Sabía que inexorablemente, ni bien mi denuncia estuviera asentada en la justicia, los medios iban a salir a buscarme para que declarara públicamente, para que explicara. Lo más probable era que periodistas filtrasen fragmentos de la denuncia y que se comenzara a especular sobre el caso. Ante ese panorama, decidí ser yo quien contara mi historia, para que otros no tergiversaran los hechos. El proceso ya venía siendo una mierda, quería padecer la menor exposición emocional posible. Después de pensar muchísimo sobre cuál era la manera más acertada y cautelosa de someterme a la exposición, con mi grupo de amigos y familia pensamos que lo mejor que podía hacer era crear un video. Calu y Nati no habían hablado, se habían expresado por escrito en sus redes y sometido a interrogatorios interminables de periodistas. ¿El resultado? Al no poder denunciarlo a nivel judicial —porque en ambos casos las situaciones habían prescripto—, la injusta y equívoca condena social que ellas recibían iba de la mano del tipo de impacto que habían logrado generar en la sociedad. Si el golpe no es fuerte, a la gente le importa poco comprometerse y entender que la mierda está pasando en casa, a la vuelta de la esquina o en tu novela favorita. Entendí que lo mejor que podía hacer para no someterme a la revictimización, una y otra vez, era un video que expresara la verdad una sola vez. No es lo mismo contar tu situación más íntima y traumática con micrófonos en la cara y cámaras desconocidas que exponerte por única vez rodeada de personas de tu confianza, que elegiste y a su vez eligieron estar ayudándote, acompañarte y creerte. No es lo mismo que el que sostiene la cámara te crea a que le dé igual porque solamente sos la noticia de la semana. Muchas noches sopesé de qué manera iba a reaccionar mi familia. Cuando volví de México, fue con ellos con quienes hablé primero. Escuché sus opiniones. Le escribí a mi hermana porque entendía que el lugar por el que podían atacarme esos seres carroñeros de la oscuridad era con la historia de mi familia. No porque afectase mi denuncia, sino porque afectaría a mi familia. De alguna manera, intenté advertirle que ese era el espacio por el que intentarían quitarle credibilidad a mi palabra. Mi hermana me apoyó. No fue una gran charla; no pasó de varios audios y mensajes de texto que tuvieron lugar mientras ella estaba en el gimnasio y dentro de su agitada vida, donde prácticamente nunca encontraba tiempo para conversar. Nunca imaginé cómo podían reaccionar mi ambiente laboral, mis vecinos; nunca pensé en semejante reacción de



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